domingo, 30 de agosto de 2009

Venus en el pudridero (Eduardo Anguita)


A la criatura angélica que me precede no por génesis sino por finalidad. ¿Escucháis madurar los duraznos a la hora del estío, a la venida del sol, mientras un príncipe danza en víspera de su coronación? Yo pienso en el gusano. ¿Oís podrirse los duraznos en el granero, al atardecer, mientras las fechas del reino caen de los tronos y el viento las amontona, las dispersa y olvida? Yo pienso en el gusano. Si veis montar el agua de la noria, con un niño fijamente asomado al brocal frente a frente al abuelo, y se siente el bese de los amantes como una hoja seca que el pie del tiempo aplasta crepitando: ¿los amantes están muertos? No preguntéis con torpeza. Pensad en el gusano. Al borde del pozo, gusano y amante, los dos punteros del reloj. El agua está vacía y la amada es un torrente de mil rostros despeñados. Ambos sedientos, un sol varonil frente al otro sol, también varonil, pero llorando y sombrío: el de la aurora y el atardecer, íntimamente enemigos y cuán quebrantados. Llegan carretas rebosantes de frutas maduras, se despiden los ancianos, las raíces quedan en acecho al sol de la espera, se acumulan los hechos. Niño, niño mío, nómbrame sin pestañear, en un segundo, las dinastías reinantes -siglos, siglos-, los monarcas desgajados. Abuelo, abuelo, nómbrame siglos sin pestañear, en un instante, antes que el ruiseñor concluya la nota de su silbo. ¿Quién osa alzar el Tarot vertiginoso? Todas las fechas están prontas, o marchitas, como nunca nacidas. Niño y anciano, en este instante tenéis la misma edad: sólo un instante: ¿no habéis empezado?, ¿habéis terminado? ¡A qué pensar en el gusano! El rey que tomó la ciudad y con ella hizo una argamasa de sangre, dejó el horror, dejó el escarnio; las vírgenes violadas están vivas, las viudas maldicen. El rey murió. Un muerto es el culpable. El diabólico motorista que en carruaje veloz cruzó la calle sin razón aparente, a un chico dejó inválido, a una novia le quebró la columna. El motorista ha muerto. A él se debe este mundo. Maravillas y desdichas: cuanto nos es dado es obra de muertos; cómo pedirles cuenta, todo trayecto es corto. Muertos poderosos que nos legaron herencias imposibles de revivir, imposibles de evitar. ¡A muertos, a muertos se debe este mundo! Tiempo furioso, memoria feroz. Esa fuerza desprendida del látigo, que sigue ondulando cuando la mano que lo maneja ya está hecha polvo, el latigazo aún azota con destreza terrible y melancólica. ¿Podemos comprender que la amada, apenas pronunciadas las palabras del amor, cambie, desaparezca, se destituya? ¡Y todavía sientes el calor de su beso y su boca ha expirado? A un muerto, a un muerto se debe este mundo. (De modo semejante, el Rosal misterioso, centro ígneo de radio cero, palpita en reposo en el corazón del jardín, y de él fluyen los rayos, los pétalos, la extensión de los prados, salió al día, y extendiendo los brazos su amor emana en forma de apóstoles, de mártires, de amantes de todo orden, y hasta de esas señoras que reparten la piedad y son tanto más agrias para que la moneda se vea más dulce y no les pertenece. El amor, el aroma y los actos fortuitos, más existentes que sus autores, gemas en silencio, que no se quieren invisibles, y si se quieren así, al fin y al cabo, como sentirse llamados a vivir sólo un instante y servir para mucho, mucho tiempo). No lamentes la ausencia de la semilla, ama grandemente el fruto dado. La semilla debe morir.

Desilusión óptica [Mario Benedetti]


Desde lejos parece

metido en sus costumbres incendiarias

un simple monstruo por aclamación

sádico pero lleno de coraje

pundonoroso arcángel con linterna

y una presencia de ánimo irrompible

verdugo con chorretes de justicia

intransigente como un gigoló

semidiós inflexible poderoso

con puños puñetazos y puñales

honesto como el mar o el terremoto

equitativo como una epidemia

tan popular como la misma muerte

ah pero desde cerca es tan distinto

un débil un guiñapo un inseguro

imán de temblorosas pesadillas

un cornudo ideológico o social o somático

o sea un cornudo propiamente dicho

alguien que teme y teme en varios planos

verbigracias por la virginidad

de su cofre y también de sus hijitas

la propiedad privada de sus rezos

la empresa occidental de su prostíbulo

la antigüedad de su conciencia hectárea.

Socorro y Nadie [Mario Benedetti]


Sólo un pájaro negro

sobre el pretil cascado

una línea de sol

en la reja de herrumbre

azoteas sin rostro

sin miradas

sin nadie

estúpido domingo

voraz

deshabitado

ahora se borra el sol

definitivamente

el pájaro se borra

y es un vuelo sin magia

como última señal

de vida

la camisa

oreándose en la cuerda

agita enloquecidas

blancas mangas

que reclaman socorro

pero abrazan el aire.

Sabe vengarse [Mario Benedetti]


Cierro los ojos

y no existe

el prójimo

se terminan

la lucha

el mar de agravios

los dueños del dinero

la nube que amenaza

se terminan las trampas

los zánganos que dictan

la ley

los eruditos

en odio

y aquel látigo

que corta el aire

cierro los ojos

y no existe el prójimo

pero él sabe vengarse

ahora

o cuando quiera

puede cerrar los ojos

sólo cerrar los ojos

y entonces

yo

no existo.


Podría imaginarse una poesía muy poética, que sugiera pensamientos serios, aunque, quizás, fuera poco definible, suponiendo que los virtuosos vivirán después de la muerte y que los perversos serán aniquilados. La falta de sueños mientras se duerme, marcaría el grado de destrucción a que el alma estaría sometida. Igualmente, dormirse y despertarse sin conciencia del lapso de tiempo transcurrido, indicaría que el alma está condenada a morir en el cuerpo. Por el contrario, cuando al recobrar de una sincope se encontraran recuerdos de los sueños (y eso sucede algunas veces), el alma tendría la seguridad de hallarse en consideraciones de salvarse del aniquilamiento y la felicidad o la desgracia de nuestra existencia futura sería así predicha por la frecuencia de nuestras visiones.

Edgar Allan Poe [VI, Marginalia]

Canto XXXII – El Vampiro (Charles Baudelaire)


Tú que, como una cuchillada

en mi corazón lastimero has entrado:

tú que, fuerte como un rebaño

de demonios, viniste, loca y dispuesta,

de mi espíritu humillado

hacer tu lecho y tu dominio:

infame a la que estoy ligado

como el condenado a su cadena,

como al juego el jugador terco,

como a la botella el borracho,

como los piojos a la carroña,

¡maldita, maldita seas!

He suplicado la puñalada rápida

para conquistar mi libertad,

y he suplicado al veneno pérfido

para socorrer mi cobardía.

¡Ay!, el veneno y el puñal

me han desdeñado y me han dicho:

- Tú no eres digno de que se te libre

de tu esclavitud maldita.

¡Imbécil!, si de su imperio

nuestros esfuerzos te librasen,

¡tus besos resucitarían

el cadáver de tu Vampiro!


Este largo cansancio se hará mayor un día y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su peso por la rosada vía por donde van los hombres contentos de vivir.

(“Los sonetos de la muerte”, Gabriela Mistral)

domingo, 26 de julio de 2009

Die Büchse der Pandora (Pandora's Box), a Louise Brooks


Era un triste lucero
brillando a penas
con un fulgor mortecino
viviendo a penas
y en una vida que vida ya no era...
Una sonrisa ocasional en su rostro,
un último bastión de verdad en aquella isla de falacias
de máscaras y maquillajes...
Lulú,
querida Lulú...
ellos te observan palidecer bajo los reflectores
y con una sonrisa de satisfacción repletan las butacas,
pagando unos centavos
pretenden ser los cómplices de tus desdichas
y los secretos confidentes de aquella mentira en blanco, negro y grises...
esperan tus lágrimas,
tan solo para poder murmurar «pobrecita»
y pensar que, en el fondo,
siempre hay alguien que puede estar peor que ellos
aunque sea dentro de una mentira
aunque sean incapaces de ver la triste realidad que tus ojos reflejan;
esa realidad que está tras los reflectores,
tras los costosos vestidos, tras las máscaras y los maquillajes...
Lulú,
querida Lulú...
pisas el salón,
envuelta en tu gloria de destellos y éxitos
y oyes el piano, cariño...
¡qué ganas de tapar tus oídos y ya no recordar los horrores de
la lejana infancia!
qué pequeña eras entonces,
y qué cruel se te presentó la vida;
y descubriste la maldad de los hombres,
y tus lágrimas estuvieron ocultas tras tus manos,
en el jardín antes de entrar a casa,
o en el fondo del oscuro armario...
pero todo lo disimulabas
y entrabas en el salón con una radiante sonrisa
fingiendo que todo está bien,
danzando al compás de las tonadas de mami...
qué sonrisa más alegre, pequeña
y qué horrible secreto escondía;
quizás por eso hiciste aquella extraña promesa
de no sonreír sino te apetecía.
El glamour se te ofreció en su absoluto vacío entonces,
y lo comprendiste mejor que nadie
y antes que todos...
pero nadie te creyó
y todos te cerraron la puerta en el rostro
¿y qué importaba?
eras, de todas formas la diosa
aunque de vagabunda hubieses ido por la vida
la más radiante eras tú,
Lulú,
querida Lulú...
qué dura es la vida, cariño
qué maldad hay en el camino...
pero
qué bueno saber que fuiste
qué siempre fuiste
y siempre serás...
qué bueno es despertarme
y ver tu retrato colgado en mi pared
de toscos ladrillos
y con esa mirada, endulzas mi vida,
amor mío...
qué bueno es saber que siempre serás...

El espiral que desciende (propuesto por Red-Eyed)


Escaleras...
escaleras de cristal
sube, baja
y se detiene...

miró a aquel vacío
pero vaya,
se asombró de que el vértigo estuviese ausente...
la marea estaba tranquila a esas horas
y los relojes se habían detenido
en todos los rincones del mundo,
¿y qué importaba?,
a fin de cuentas
su alma era una...
a fin de cuentas,
era un caballero atemporal,
perdido en sus divagaciones
en las ensoñaciones perdidas y sepultadas en esos lugares inciertos
que ya no visitamos,
no por temor,
no por amor propio,
no por molestia,
no por tristeza
o melancolía...
solo por deber,
solo por rutina

se asomó lentamente
apoyado aún en la baranda...
se veía algo hondo,
no lo negaba...

se detuvo de pronto,
y pensó en todo:
en aquellas tristes sonrisas,
las falsas princesas,
las frases inconclusas
y las promesas a medias...
pensó entonces
en la fugacidad de la vida,
en lo pequeña que era cada alegría
que, a fin de cuentas,
no eran más que un pequeño pacto con el diablo

eso era la vida al fin de sus cuentas;
¿no?
una espiral que bajaba lentamente

y él ya no temía hundirse más...
esperaba aquel último suspiro,
lo anhelaba...
y le excitaba la idea de aquella última mirada
y la sensación final...
ya no luchaba contra sus demonios
había aprendido a quererles
y abrazarles dulcemente
con aquella tierna sonrisa de muchacho triste...
su vida entera se resumía a un único y solo propósito

una última calada al cigarrillo
y una mueca amable en su rostro...
el viento no le pareció tan frío...
la tierra estaba deshabitada, o eso parecía...
los jodidos gobiernos se habían colapsado
los hombres se exterminaron con una brutalidad sin precedentes
los sonidos se habían detenido
tras una barrera invisible de disoluta soledad...
helo ahí:
el fin de un mundo...
y helo a él ahí:
el Zaratustra que todo lo había anunciado

tonadas vinieron a su mente
eran sus acordes
que siempre creyó de otros,
pero entonces su corazón le hizo comprender
y tan solo meneó la cabeza con ligereza...
era la hora

se paró del otro lado de la baranda:
entonces recordó sus efímeros momentos felices...
qué bellos ojos oscuros,
y las palabras,
y los atardeceres,
y aquella primera silueta femenina,
y las briznas de pasto bajo su espalda...
¿y qué quedó después de eso?...
las eternas lágrimas cristalinas
los eternos reproches
el vacío absoluto...

su manos se aferraban ya sin ningún ánimo a aquella baranda...
una leve inclinación...
un hondo suspiro
sus ojos se cerraron
sus pies ya no tocaron el suelo
sus cabellos se dejaban guiar por la suave brisa...
una eternidad que duró sólo un segundo...
su vida entera se resumía a un único y solo propósito:
aquella silenciosa y lacónica muerte.



[domingo, 19 de julio de 2009; 21:38 PM]

adieu, mon plaisir


Una lágrima recorrió sus oscuros ojos. Sólo hace algunas horas habían estado juntos; y juntos durmieron bajo aquellas blancas sábanas: con sus encajes y sus inmaculadas cintas de raso. El sueño venía por ellos; y entonces, ella le regalaba una dulce sonrisa, y él entonaba una gastada canción en su oído...y sus negras cabelleras se confundían, y ella tan solo le sonreía, mientras en vano él intentaba dilucidar en dónde acababa su mundo, y en donde comenzaba aquel otro: tan pacífico, tan tibio, tan alegre...
Sus manos se entrelazaron. Ella lo miró, como si por última vez lo viese...algo no iba del todo bien, ¿y qué importaba?; todo era aquel aquí y ahora, y luego ya no habría más. Con sus oscuros ojos, ya le había dado una mirada a aquel futuro, pero tan solo seguía allí, manteniendo aquella virginal sonrisa, sin decirle nada a él; sin querer hacerlo sufrir.
Los mundos colapsarían de un momento a otro; el fuego lo invadiría todo...y un lago silencio vendría ya después. Los años futuros se tornaban oscuros... Pero no habría cambiado nada por aquel minuto.
«Te amo», le musitó entones, con aquella vocecita tierna y musical. Hace muchos soles que aquella palabra ya no tenía sentido. Y entonces los mundos paralelos parecieron despertarse al oír aquella invocación. Los muertos de antaño dieron un suspiro…y lo compartieron con todos aquellos que vendrían después.
Y entonces la fría mano de ella se posó sobre el pecho de él...y se perdieron la una en el otro.
El alba los alcanzó perezosa. Las luces en el cielo parecían saludarlos y al mismo tiempo, decirles adiós con la mano...

Despertó sola, abrazada a su almohada. La pálida virgen siempre estuvo sola.



* adieu, mon plaisir : adiós, encanto.

Ewa chce spac


La dama ya no estaba allí...
tácita, atravesó los fríos corredores;
y dio una última mirada dentro de aquella alcoba;
sus pasos se alejaron silenciosos
mas aquella tibia mirada se quedó en el salón;
junto con su última esperanza
que había sobrevivido a aquel mar de lágrimas,
y que ahora se ahogaba en un mar de soledades...
Taciturna se marchaba la dama,
sus oscuros ojos ya no eran vidriosos...
la porcelana estaba por completo limpia;
inmaculada como aquella primera vez que
la luz se despertó.
El cortinaje se movía lentamente,
confundido con aquel vestido de ribetes y encajes...
La baranda era firme;
el vacío completo...
su mirada ausente;y su corazón...
ya no existía.



* Ewa chce spac: Eva quiere dormir.

The Hireling


Reconocí en sus labios palabras
que no eran las suyas;
un dejo de amargura y nostalgia
llovían sobre sus inmaculados cabellos
y sus ojos serenos se quedaron
mudos y sordos
como perdidos destellos
de aquel día de verano
de aquel falso sol:de aquellos falsos años,
¿quién soy ahora?; me pregunto
entonces;
tan solo aquel espectro cristalino
que amenaza con apagarse;
y entonces sabes que no existió...
una gota de lluvia aferrándose al
cristal; como una de miles,
pero aquella en cual tu mirada descansa...
¿y dónde estás tú ahora?;
perdida en mis recuerdos ocasionales;
atrapada en paisajes ajenos,
añejos
ilusorios
irrisorios...
una figura diáfana que se inicia
en una pequeña placita de pueblo,
lejana
y que acaba en el tétrico
castillo en el que he construido
mi morada.

La culpa es de uno (Mario Benedetti)


Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah pero mi tristeza sólo tuvo un sentido

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

hace mucho muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
solo

siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte

Romeo, Julia a tma

¿Me amas, dices?... ¿cómo puedes amarme si yo soy nada, si yo no existo?
Las lágrimas en tus ojos…pero no, no logro comprenderte; no me pidas que lo haga; por favor.
¿Dónde estuvimos todo este tiempo, cariño? Tú tomando corazones ajenos; yo, sentado en mi salón de gastadas cortinas, viendo pasar el tiempo…hasta que de pronto, éste vino por mí, y yo me le entregué con los brazos abiertos.
“Los caminos se separaron”…aquella fue una ilusión; las sendas jamás existieron. Tan solo te miraba de vez en cuando, oculto tras el manto oscuro, amparado por las crueles e ignorantes estrellas…y tú me regalabas una que otra ocasional sonrisa, entonces, me creía en el paraíso.
Pero somos muy sencillos, querida mía. Tan básicos, tan predecibles…tan inexistentes.
Siempre representaste para mí el papel de la dulce Ofelia, y siendo yo aquel trágico Hamlet, no me percataba de tu existencia hasta que ya demasiado tarde era… Y otras veces tan solo eras Julieta, y yo, pretendía ser aquel Romeo; y con versos y ensoñaciones melancólicos, me insinuaba a tu balcón; renegando la carga de ser un infeliz Montesco, pidiendo ser solamente lo que quisieres que fuese…
Jamás existimos, amada mía.
Jamás fuiste mi amante secreta…
Jamás nos amamos por ser lo que somos…
Jamás existió toda esta jodida historia.


(* Romeo, Julia a tma: Romeo, Julieta y las tinieblas)

sábado, 4 de julio de 2009


Sus labios estaban sellados desde que el sol
brilló por vez primera en sus disolutas,
oscuras pupilas
sus dedos se aferraban a aquella tenue esperanza de
redención;
atada al destino de aquella tácita perfecta dama
de triste mirada
y versos altaneros.
Su alma yacía postergada en los ocasionales ruegos
de tiempos pasados
lugares borrados
y alegrías malsanas...
Iba quedándose en cada estación,
deteniendo el tiempo,
transformando el triste viento;
melancólico como aquella que tantas noches sueña...
imposible como un suspiro a media tarde.

Una triste alegría invadía su pequeño mundo interior...
él, criatura tan frágil;
lleno de cavilaciones, incertidumbres,
indecisiones y minúsculas melancolías...
tan solo se quedaba ahí,
muy cerca de la ventana
aguardando por ella:
la triste musa de días pasados...
Una imperceptible sonrisa se posó en sus labios de
eterno niño...
una lágrima resbalaba por su rostro,
y ya aquella musa se desvanecía,
tan solo le quedaban aquellas alegrías vanas...
El espejo se rompió,
y tan solo le quedaron en la mano algunos pedazos;
una roja y muy delgada línea en el suelo...
un pobre y raído resquicio de alma.

Sex, Lies, and Videotape

Una inocente sonrisa en aquel maquillado rostro. Esos rizos azabache cayéndole sobre los hombros, su voz suave y sus sollozos de por medio.
Te miraba y eras la reina de los falsos equívocos. Tan solo estabas ahí, con tu lindo rostro surcado por dos estéticas pequeñas líneas negras que partían desde tus verdes ojos...tus labios temblaban, pero eran tan sensuales como siempre, y aquel vestido ajustado ceñía perfectamente tu curvilínea figura.
Oí tus lamentaciones, mientras te paseabas de un lado al otro de la sala, ocultando tus lágrimas tras un pañuelo de raso y encajes.
- Tan solo mírate, si hasta pareces la respetable señorita que intentabas representar la noche pasada… Lo lamento - no puedo reprimir una sonrisa algo burlona.- Mi amor, eres tan dulce, pero ¡diablos!, lo sabes, soy tan bueno haciendo de malo.
Me diriges una mirada cortante y seca. Tus sollozos se detienen. Coges la botella rota.
- Esto no es una maldita película…yo no soy Bettie Page, o Louise Brooks, ¿me oyes?
- Pero vaya…eres la perfecta maniquí con el rostro de una estrella muerta, mi vida.
Oigo un ruido sordo. El resto de botella ha ido a dar contra la pared.
Me acerco, te afirmo de las muñecas. Intento besarte, no te dejas. Forcejeamos; lo logró. Me muerdes el labio inferior; te suelto rápidamente. Me llevo la mano a los labios: sangro. Me río.
Me das una bofetada. Te arrepientes. Te lanzas sobre mí, caemos sobre el diván.
Mi corbata va a dar al suelo.
El cigarrillo en mi mano sigue encendido.

Corte, quedó perfecto.

domingo, 21 de junio de 2009

You'll love me till I die, or at least until I try.


Tan solo me enredé en aquella última palabra
arrastrado las sílabas,
como las hojas que el viento hacía danzar
en el viejo cementerio

era un nudo fácil de desarmar…
yo no te retenía,
y siempre me dejabas ir…
y siempre volvíamos

Nos conocimos en un tiempo sin tiempo,
en un mundo en que éramos vacuidad entre la vacuidad
seres en la nada,
disueltos en el todo del universo…

y cuando vi tus ojos,
supe que los conocía desde antes;
desde cuando tú no eras tú
y yo no era yo…estábamos ahí, pero tampoco estábamos

conocimos el lenguaje muerto
de los poetas siniestros
que con sus plumas negras
conocieron la historia antes de que empezara
y a sangre y miel
escribieron aquellos versos
en papel
y en la propia piel…

y a sangre y fuego
se nos quedó marcado un episodio
una tonada
y una sonrisa algo diáfana,
una lluvia discreta
y aquellos largos kilómetros de distancia

pero eras tú Juliette,
y yo siempre aquel Romeo…
y también estaban aquellas tormentas...

Solté tu mano al comprender que
no eres todo lo que quiero,
mas el que en mí quiere,
no es todo lo que soy

y entonces
también lo supiste…
y nos separamos de nuevo…
pero no tenemos la última palabra…

Nos veremos así en el eterno
bajo las estrellas muertas que sonríen,
y las negras rosas de mis trágicos ensueños
teñidas por el carmín de una misma sangre…

el eterno
siempre está condicionado
a decir
‘mientras dure…’

y mientras dure,
mientras sigamos respirando;
mientras dure,
mientras sepamos usar las palabras;
mientras dure,
mientras nos necesitemos;
mientras dure
el tiempo éste en que compartimos una senda;
mientras dure
mientras se nos haga eterno…




salud por eso…

The romance of your assassination


Atravesó confusa el oscuro jardín
sus pasos eran discretos;
silenciosos
temerosos...
Los cuervos se posaban sobre las retorcidas ramas
un centenar de ojos parecían observarla
un murmullo se apagó en sus labios...

la luna estaba alta a esas horas,
las bestias nocturnas acechaban a sus presas,
sus alas batían aquellos oscuros seres sobre los árboles...
sabía que la esperaban aún más tétricas sorpresas.

Pisó una rama seca
un gélido suspiro exhaló su pecho
tan solo una astilla de teca...

sus pasos se orientaron hacia el alto arco
frente a la fuente seca; donde las negras rosas
eran mecidas por la brisa, como las velas en un barco...
un pensamiento pobló entonces su mente
una solitaria lágrima rodó por su mejilla pálida
translúcido, un ilusorio torrente...

oyó de pronto una respiración cerca
diose entonces cuenta de que ya perdida estaba pero decidió
avanzar hacia las sombras, sabiéndola una decisión terca

se dejó abrazar por las sombras de la noche plutónica
con los ensueños rotos,
y enterradas ya las ilusiones platónicas...

Un cálido contacto sintió entonces sobre su hombro,
se volteó suavemente,
mas no llena de asombro
como su amante captor esperaba
perdido ante la mirada
de aquel rostro al que tanto amaba...

murmuró versos a su oído,
ella se estremeció al percibir aquella dulce voz
comenzando a renacer desde lo destruido
y olvidado entre los epitafios desgastados
desde que esa, su niñez había huido...

encontráronse sus ojos;
los de él muy distintos
los de ella ansiosos, y aquellos labios siempre rojos
dedicárosle un leve susurro...
sonrió él con algo de melancolía
sin saber cómo expresar
que estaba maravillado ante tan perfecta compañía;
mas ella lo sabía
y nada dijo, temiendo aquel triste sueño...
pero esta vez; él ya no se desvanecería

Charles Lutwidge Dodgson...


Dulce niña de cintas suaves sobre los largos cabellos;
sentada dulcemente al otro lado de la barca
con una sonrisa tierna en los labios rosados
con las mejillas sonrosadas
y las manitas muy juntas reposando sobre la falda...

y sonríes con aquella expresión pura
y oyes atentamente
cada palabra que brota desde mis cansados labios;
su mirada atenta
y sus pensamientos embriagados por las mil maravillas
desventuras
y aventuras que las sencillas palabras
plasman en su mente...

un aliento te pido,
no más que uno;
pero la caprichosa reinita me lo niega con gracia extraordinaria;
mientras sus cabellos ondean al viento
y mi mente comienza a hilvanar ya unas sencillas palabras...

una guirnalda de margaritas
teje la princesa;
palabras al viento,
entre el lago mis pensamientos navegan
y se ven naufragar en aquella inocente mirada
de una niña maravillada,
Alicia,
con aquel pequeño nombre, coronada.

El país de las dulces pesadillas...


Sus fijos ojos tristes se posaron sobre aquella rubia cabellera;
volteó la pequeña Alicia,
y observó amablemente a aquel engendro,
quien creía gastar sus horas en vano
y penar en que nada había cambiado...

y entonces,
él quiso alcanzarla,
tomar dulcemente su blanca y pequeña mano entre las suyas,
y con un sutil movimiento,
guiarla hacia sí...
deseó en ese momento
percibir el suave vaivén del vestido negro
la proximidad de aquellos labios rojos y tiernos...
el contacto de aquella pequeña y delicada silueta

y Alicia se acercó a él
sus blancos y frágiles dedos se posaron sobre aquel rostro
mirándole fijamente sus ojos
llamándole en un murmullo sus labios
deseándole sus pensamientos

él la miró confuso,
ella se detuvo a un paso...
se miraron un eterno segundo
una furtiva sonrisa que se hizo común
un deseo encubierto
inconfesable
compartido...
tentativo

todo estuvo comprendido sin una sola palabra,
sin un solo pestañeo de más...
sus labios se acercaron lentamente,
y aquel beso
tuvo sabor a la eternidad...
...sus labios rojos y cálidos se separaron dulcemente.

Salvación (Juan Carlos Castorena)


Desde aquel día en que llovió dolor sobre su corazón no volvió a sumergirse en los sentimientos. Por ello se encerraba en el cajón de sus pensamientos, y no los quería compartir con nadie más. Intenté acercarme a ella, pero no lo permitió...
Recuerdo bien aquella noche. Demasiada sangre en el baño. Por más que lo intenté, no logré limpiarla del todo. La muerte era lo mejor que le podía haber sucedido, era la única esperanza. Y yo la ayudé. Yo rebané su hermoso cuello, y dejé que toda la sangre envenenada abandonara su cuerpo. Sólo eso limpiaría su corazón, sólo eso la dejaría libre de la ponzoña del resentimiento. Yo la salvé.
Era doloroso tratar con ella. Despertó en mí los sentimientos que nunca había experimentado. Pero sólo los despertó. Jamás me despreció del todo. Nunca me aceptó, también eso es verdad. Incertidumbre. Incertidumbre. ¡Sólo incertidumbre y sentimientos desperdiciados! Mis intentos eran balas perdidas, y ella siempre evitó las trayectorias. No había más remedio. No quería estar aquí. No tenía caso que ocupara un lugar en el mundo. Además, yo tenía que sacarla de mí. Y sólo había una solución: sacarla del mundo, sacarla de mí, y limpiar su corazón.
No recuerdo que pasó antes. Nuestros rostros se reflejaban en el espejo del baño. Ella tenía miedo. Siempre pensó que yo estaba loco, y entonces me lo confesó; creía confirmarlo. Creyó que la violaría. Me excitó el constante roce con su cuerpo, no lo niego. Pero mi misión era más importante que mis deseos. Además, no corrompería mis sentimientos con un acto así. Procedí... Aspiró profundamente durante el recorrido del metal, que lentamente hacía brotar el líquido rojo. Lenta, pero abundantemente. Caliente y envenenado. Su corazón se purificaba poco a poco. Hasta que quedó libre. ¡Salvada!
Su cuerpo yerto, en el enorme charco escarlata. Libre, ya sin el resentimiento. Entonces comencé a comprenderla. Antes la entendía, pero no la comprendía. Toda su sangre era dolor, dolor que llovió sobre mi corazón. Yo había sido contagiado. No hay nada más terrible que guardar un inmenso sentimiento, y no tener posibilidad de entregarlo. Entonces el afecto al otro se transforma en rencor a sí mismo, al mundo, y a los demás. Y sólo hay una forma de salvarse.
Yo la salvé. Pero me condené. Y yo no tengo posibilidad de salvación. Y ella me lo recuerda a cada momento. Nunca me lo ha dicho. Pero yo lo sé, y me lo confirma. Acostumbra visitarme de vez en cuando, para agradecer que la haya salvado... Y nunca viene sola.

Mia eoniotita ke mia mera


Los cristales se deslizaron dulcemente
al contacto con aquellos pálidos y largos dedos,
como si comprendieran
como si le diesen la bienvenida a
aquel mítico personaje,
como si quisiesen ser los cómplices
de aquella maravillosa fantasía romántica.

Ella estaba tendida sobre el lecho,
con aquella magnífica cabellera rojiza
como el elixir que él tanto deseaba,
como el color de aquella vida nostálgica,
trágica,
violenta…
ilusoria,
transitoria,
seductora…destructora.

Se reclinó con suavidad sobre ella,
aspiró su cálido aliento un segundo…
sabiendo que la bella no dormía,
deseando con toda su alma que así fuese.
Con suavidad la tomó entre sus brazos,
como los antiguos amantes de la trágica Verona
miráronse sus ojos
y comprendieron que la noche siempre sería eterna.

La dama lo rodeó con sus brazos,
y él le besó la mejilla
susurrándole versos al oído.
Ante el balcón se vieron…
la luna en lo alto,
las nubes a su lado…
y luego de último respiro;
la Ciudad Luz los recibía abrazados en un hondo suspiro.


“…envió su alma en busca de la suya, y él acudía. Sus besos quemaban de nuevo su boca. Sus párpados estaban templados por su aliento…”
(“El retrato de Dorian Gray”, Óscar Wilde)



(*Mia eoniotita ke mia mera: La eternidad y un día)

El sueño del Rey (Lewis Carroll)


-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe. -Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

Coma Black


Desaparecía lentamente
como la suave brisa que recorría los abismos
de sus gloriosos
y trágicos olvidos
olvidados por mentes comunes
en lugares solitarios
en mundos incoloros
y sin embargo
siempre radiantes...
ella le miraba
absorta en sus cavilaciones
en los vanos ensueños;
y ella no estaba
sino era a medias
sino era en un sueño
sino era en el colectivo imaginario
de aquella mente brillante
de pensamientos torcidos...
de muertes estresantes.

La Extranjera (Nuria Amat)


Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin miedo.
Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de la noche. Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame.
Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame. La luz del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre los ojos para ver el naufragio de su alma. Él la abraza como si quisiera desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.

domingo, 10 de mayo de 2009

Le jeune fille rousse


La noche oscurecía su alma
de eterna Julieta relegada a sus platónicos
amoríos
de tiempos perdidos
soledades crecientes...
Algo de pronto conmocionó el tétrico silencio;
violo entonces a él:
el personaje más que siniestro,
cuya melancólica mirada se posó sobre
la pálida piel de ella;
con sus ojos almendrados,
y su serena mirada
de dama martirizada
por ajenos recuerdos
por esperanzas truncadas...
Romeo,
eterno Romeo,
envolvió a su Julieta en un cálido abrazo,
apartó los rojizos bucles desde su fino cuello;
sus labios se acercaron
deseosos,
luego de un segundo, lo que buscaban encontraron;
la diáfana vida por fin
a él
había regresado.

Un lúgubre cuento de hadas...


El príncipe encantado la observaba desde el apartado rincón
de los ensueños rotos;
melancólico Romeo de triste figura
sentado cerca de ella,
la única Julieta que lo observaba
con su diáfana mirada de damisela eterna y humana.

Momento mágico e irreal
en su realidad predestinada,
un quejido algo vago,
sus labios rojos
la piel como seda helada...

Julieta se abandonó en sus brazos
Romeo la observó,
una triste sonrisa
y musitó un tétrico verso a su oído…

luego un beso…
los ansiosos labios de Romeo sobre el pálido cuello de su Julieta,
ella no dice nada,
él solo cierra sus ojos
y oye su murmullo,
una vida que se cuela por sus vacías venas.

Romeo & Julieta


el silencioso caballero entró en la alcoba por la ventana,
Romeo melancólico de triste mirada
observa a su Julieta,
la más bella desdichada.

Un minuto trágico…
el piano en la estancia
la sonata acostumbrada…
Julieta inquisitiva le observa,
ahí está su Romeo,
trágico caballero
sin fijo destino

Versos nocturnos


Noche oscura,
penumbra intensa,
incesante,
incomprensible…
intrínsecamente
estática en los confines de
mi reciente pasado distante
pasado y presente
presente pendiente
y futuro impuro…

una visión era
cómo no decirlo…
su cabello oscuro,
sus ojos melancólicos
verdes como dos esmeraldas
profundos como todo aquello que jamás
había visto,
acechantes como en mis sueños más sórdidos,
hermosos como aquella pesadilla
que tuve sobre ti…
sobre la muerte de los mundos.

Vino silencioso,
el oscuro y fino caballero
que se sentó junto a mí,
sin advertir quién yo era
sin saber que le daría su amor a un magnífico monstruo
que habita en donde nadie puede encontrarlo
que no se deja ver,
que es y no es…
que estaba aquí y ahora.

Oí su voz de hermoso príncipe encantado
sentí sus calidas manos acariciando mi rostro,
lo miré un segundo
en la ribera de la noche plutónica,
donde todo acaba
donde todo inicia y reinicia
donde todo se vuelve efímero
donde todo se funde
cuando sabes que jamás ha existido.

Mors ultima ratio


Se perdió en sus visiones de horrores prematuros
sobresaltos felices
ilusiones seniles
pequeños Apocalipsis
y grandes alevosías…
miró el cielo
y una extraña luz cegó las cuencas donde alguna vez
albergaron dos cristales violáceos
giró la vista hacia la tierra
y comprendió entonces
que ya estaba muerto.

Lágrimas rojizas


su retrato estaba en la pared de enfrente,
aquella inocente sonrisa y esos profundos ojos azules
que no paraban de ser escrutados por los de él;
tan angustiado en sus ironías,
perdido en sus miles de libros de antigua filosofía,
en sus cavilaciones inciertas
en sus destellos de locura y soledad…

solo dime – decíale – dime porqué siempre es así
te has ido,
te he apartado
y tú tan solo pudiste mirarme
mientras tus ojos se apagaban lentamente…
quisiera tener el valor

y tan solo dejar de ser un maldito,
poder tomar tu mano y sentirte…
pero fui yo quien lo hizo
fui yo quien sesgó tu frágil mirada de cristal…
he sido yo quien ha construido su propio infierno
en lo que antes fue nuestro paraíso.

Intelectual señorita francesa


Lo primero que sentí al entrar allí fue su atenta mirada y sus pensamientos más que insinuantes. Pasé cerca de ella, le hice un cortés gesto de saludo con mi sombrero, sus uñas rojas rasguñaron juguetonamente mi hombro y mi mirada siguió atentamente cada movimiento que sus prodigiosos labios hicieron. Su piel blanca me provocaba demasiado…su blusa de satén plateado y la corbata negra, sus grandes ojos oscuros muy bien delineados, sus largas pestañas y su corte de cabello al estilo francés me atrajeron de inmediato.
Al cabo de unos minutos nos vimos dentro de un pequeño cuarto. Ella puso el cerrojo en la puerta, su falda se movió graciosamente mientras sus ojos me dedicaban una coqueta y lasciva mirada desde el otro lado de sus anteojos, ¡qué aire de intelectual tenía!
Me besó repetidas veces, luego la tomé por la cintura, suavemente la puse de espaldas contra la pared y entonces ella ladeó su rostro hacia la izquierda, bajó el cierre de su blusa y dejó al descubierto su blanco y frágil cuello…

She was the only thing that I could love in this dying world


Susurró una frase en su particular acento francés, tomó una de mis manos entre las suyas; besó mis gélidos labios.
Indiferente, miré como el brocado de su pomposísimo vestido rojo aterciopelado se confundía con la alfombra de su cuarto. Sentí sus inexpertas y nerviosas manos recorriendo mi cuerpo, mientras yo, de espaldas en el lecho no lograba hacer más que perderme en el hipnótico brillo de esos azules ojos.
La sentí estremecerse suavemente…pero no pensaba en ello, no pensaba en ese instante. Estaba ausente…ausente evocando todo lo que fue…todo lo que acabaría en ese minuto.

domingo, 26 de abril de 2009

Tainted Love


La señorita vestía de rojo, su cabello largo y oscuro; se encontraba absorta en su revista. Levantó su mirada cuando notó que estaba frente a ella.
Sus labios rojos formaron un perfecto círculo, mientras me hacía un gesto muy sutil con su dedo índice…
Me acerco. Ella se incorpora, acaricia mi rostro con sus manos suavemente y de pronto me besa. El contacto entre nuestros labios es largo; la muerdo con suavidad, ella parece disfrutarlo mientras toma una de mis manos y la guía sobre su curvilíneo cuerpo.
La revista está sobre el suelo.
Mis labios sobre su cuello; ella ronronea en mi oído, mientras se desprende de su escasa ropa. Su desnuda piel blanca me provoca. Ella desabrocha mi camisa, pretendo sumarme, pero me lo prohíbe…la escucho susurrándome al oído, me sonríe y araña mi espalda con suavidad. La siento estremecerse y de pronto oigo un gemido…cierra sus ojos lentamente.
La última vez que la vi, ella yacía dormida…dormida para siempre.

“Sweet dreams are made of this…”


Cuando abrió sus ojos violetas me observó con avidez. Me sorprendió que aún estuviese allí.
Sus oscuros y finos bucles azabaches estaban algo enredados. Le di la espalda mientras me anudaba la corbata al cuelo; seda rojiza y suave.
Un suspiro lento exhalado por sus dulces labios.
Giro sobre mis talones, y ahí sigue ella; tendida sobre el lecho; su intensa mirada acaricia mi silueta de pálido caballero melancólico.
La miro; me sonríe tiernamente. Se incorpora envuelta en aquellas blancas sábanas de encaje. Camina lentamente hacia mí, mientras el blanquecino género se moldea contra cada curva de su desnudo cuerpo. Toma mi mano y la pone sobre su cintura…
Un minuto de sensual silencio.
Se abraza a mí; veo como la sábana cae sobre el piso que asemeja a un tablero de ajedrez. Ella es la reina en este juego…

I was your vampire


Dime…
dime cuánto en verdad te deseo,
dime que lo sabes.
Pasa tu brazo por mi cintura,
me reclinaré sobre tu nocturna silueta…
ya hemos apurado el trago y somos
dos criaturas en medio de un caos…
Sonreiré al oírte,
y dejaré que hagas de mí lo que quieras…

Al otro lado del espejo de Poe


Cierra la puerta,
y abre tus ojos; dime que puedes ver lo que yo no puedo,
dime que tú si logras verte a ti mismo…
y verme a mí, sin que sea yo el sujeto del pálido rostro,
ni el melancólico caballero de fino semblante,
o el triste muñeco amparado por a la luz de tu vela…
Mira mis ojos y dime que aún siguen ahí
dime que soy quien creo
o si en realidad he desaparecido
en el alero de la noche plutónica.

Reflexiones antes del amanecer


Como la última mirada de tu resquebrajada elocuencia
dejó se ser todo lo que hubo antes del fatídico ocaso
cuando la oscuridad me llamó con
dulces y acariciadoras voces,
regalándome una tierna e inocente sonrisa
y me dejé estrechar por la
fría promesa de lo que vendría después…después de mí.

“Como un muñeco de porcelana con los ojos de cristal”
dijo él.
“Como un cascarón vacío”
pensé yo.

Y el muñequito fue quedándose y quedándose;
sobre el diván, ataviado con sus antiguas ropas,
con los encajes ya raídos…
tan vacío como siempre.

Mis ojos seguían tan vivos como siempre,
sin un destello luminoso,
oscuros y solitarios…
los dedos largos, delgados y pálidos…

domingo, 19 de abril de 2009

La Marquesa y el Vampiro (segunda parte)

Con delicadeza, dejé que me condujera hasta sus aposentos. Tomó mi mano, aún tibia y eludiendo cualquier mirada ajena, caminamos hasta su recámara, bajo la rojiza luz de la luna…
Entramos en aquella ostentosa alcoba. La marquesita cerró la puerta muy bien tras sus espaldas, y entonces me dedicó una intensa mirada.
Me acerqué a ella lentamente. La tomé por la cintura; ella no opuso resistencia, me echó los brazos al cuello, sus tersos labios color carmín hicieron contacto con los míos. El beso duró un minuto, o quizás un poco más. Comenzó a retroceder lentamente, cayó de espaldas sobre la cama, arrastrándome con ella. Me apoyé sobre mis brazos para no descargar mi peso sobre ella. Su cabeza se reclinó un poco hacia atrás, busqué su pálido cuello…aparté unos bucles, un roce con la punta de mis dedos mientras ella sonreía complacida, mis labios sobre su cuello…un beso pequeño, uno más largo…un pequeño sorbito al fin.
Sentí sus dedos bajo mi chaqueta. Sus manos sobre mi camisa…desabrochó luego mi chaqueta. Me dejé hacer, como si fuese un jovencito poco entendido. Desabotoné con cuidado su vestido, el cual de inmediato bajó hasta el pronunciado escote.
Me acarició el cabello, luego abrió mi blanca camisa…
Oí de pronto un suave gemido escapando de sus labios…miré su rostro; sus labios semiabiertos, con una sonrisa un poco disimulada, sus ojos cerrados, sus manos estiradas sobre su cabeza, sus delgados dedos que se negaban a soltar los míos…
Me incliné un poco… un suave beso en su cuello, abrió sus ojos lentamente, y se aferró con fuerza a mi pecho. La miré con algo de compasión. La oí gemir, más fuerte que antes…un suspiro…
Me levanté, me vestí. Miré mi reloj de bolsillo, ya era tarde.
- Cubrid su rostro; me deslumbra; ha muerto joven.
La cubrí con la sábana, y dejé una rosa roja a su lado. Ella siguió durmiendo.

La Marquesa y el Vampiro.


Se había alejado por el pasillo, decidí ir tras ella, sin que me notara. Tomándole un poco de ventaja, me quedé de pie en un discreto y apartado rincón del corredor. Ella se acercó; con la cortesía de un caballero la saludé cuando se detuvo ante mí y me hizo una elegante reverencia, mientras me miraba con aquellos grandes y magníficos ojos verdes y profundos.
La miré y le dediqué una sutil sonrisa…adivinando sus pensamientos y complaciéndome de ellos. Sus labios rojos sobre los míos, mis dedos desabrochando suavemente su corsé, su cabello rubio esparcido sobre la almohada blanca con encajes de raso…y un dulce gemido escapando de sus labios…
Si pudiese, le hubiese advertido que se cuidase de sus deseos… ¡pero qué digo!, si pude hacerlo…

domingo, 12 de abril de 2009

Post-human


No me importa si me prendes con tus agujas
y tus alfileres de oro...
tus manos lánguidas
serán mi consuelo.

compusimos esos versos en el olvido
como si ya estuviésemos dentro de
ese frío lecho,
como tantas veces quisimos.

Eso estaba en mi mano...
no sé quién la puso ahí
tal vez yo mismo,
pero un esquizoide no
siempre recuerda
y un evasivo no
siempre reconoce.

Un ruido sordo allá afuera
allá afuera es más cerca de lo que quisiera...

Shoot myself to love you

If I loved myself I'd be shooting you

Little girl, little girl, you should close your eyes


Solo un poco...
una mirada y sabrás cuánto duele.
Vamos, mírame tan solo una vez,
mis venas acabadas,
y tú,
tan inmutable como siempre
yaces con tu rostro vuelto hacia la pared
mientras mi sistema se colapsa,
mientras tu vestido se tiñe de rojo...

“pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos”

Mis últimos versos los recito a tu oído
tu cabellera acaricia mis pálidas mejillas
mis ojos desesperan por esa mirada que saben imposible;
tan idealistas como siempre,
buscándote en donde saben, no podrán hallarte.

mi más perfecta muñequita de porcelana,
con su vestido blanco teñido de rojo,
con sus ojos de vidrio oscuro,
con sus cabellos azabaches...
solo óyeme sin mirarme,
y no te asustes...

mis largos dedos sobre tus desnudos hombros...
una sonrisa algo retorcida
tu mano sobre la mía...

“pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos”

Agónicos versos a medias


Se cerraban los ojos...
un siseo a lo lejos;
y se apagaba el sol.

Ellos rezaban,
otros bebían,
y a dos cuadras una pareja se besaba...
“dos cuadras es mucho”,
pensé.
Se apagaba el sol.

Todos ataviados con sus mejores ropas,
los relojes de bolsillo
y los sombreros de copa...
todos congregados en la iglesia,
tú y yo reíamos...
Se apagaba el sol.

Heart Shaped-Glasses


Ella me recuerda a la única en el colegio
que cuando yo estaba cortado y ella estaba vestida de blanco
y que no podía quitarle los ojos de encima
pero eso no fue lo que tomé de esa noche.

Y ella nunca disimulará lo que hicimos con su vestido, no.
Ella dijo, “bésame, te curará, pero no te hará olvidar”
“bésame, te curará, pero no te hará olvidar”

No me importa si me atajas con agujas y alfileres
Si pudiese clavarme a ti, y tú a mí también.

No rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto.

No rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo.
Esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo

ella me recuerda a la única que cortó las partes negativas de mi vida
no quiero quitar mis manos de ella, ella no me quiere dejar en ningún lugar excepto
adentro

No me importa si me atajas con agujas y alfileres
Si pudiese clavarme a ti, y tú a mí también.

Solo no rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto.

No rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo.
Esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo

Y ella nunca disimulará lo que hicimos con su vestido, no.
Ella dijo, “bésame, te curará, pero no te hará olvidar”
“bésame, te curará, pero no te hará olvidar”

No me importa si me atajas con agujas y alfileres
Si pudiese clavarme a ti, y tú a mí también.

No rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto.

No rompas, no rompas mi corazón
y yo no romperé tus vidrios con forma de corazón.
Pequeña niña, pequeña niña, deberías cerrar los ojos
esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo.
Esta tristeza me está elevando alto
haciendo bajo

Fundamentally loathsome


Quiero despertarme en tu blanco, blanco sol. Quiero despertarme en tu mundo sin dolor. Pero solo sufriré con la esperanza de morir algún día. Cuando estés totalmente insensible. Cuando lo odias sabes que puedes sentir, pero cuando lo amas sabes que no es real, no. Y estoy resignado a este mundo jodido y perverso. De camino al infierno Los vivos están muertos. Y también espero unirme a ellos. Se lo que hay que hacer y lo se muy bien. Cuando lo odias sabes que puedes sentir, pero cuando lo amas sabes que no es real, no. Me disparo para amarte... Si me quisiera a mi mismo te dispararía a ti.

Otro dinosaurio (Eduardo Berti)


Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la carrera el resto del mundo.

El dinosaurio (Augusto Monterroso)


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Sístole diástole.


Confieso que estoy algo preocupado. Nunca se me ha roto el corazón, ni se me ha puesto el corazón en un puño, ni se me ha subido el corazón a la garganta, ni me ha saldo el corazón del pecho. Nunca me ha dado un vuelco el corazón. No he tenido jamás corazonadas ni he abierto el corazón a nadie; no he afirmado nada con el corazón en la mano ni con la mano en el corazón. No he hecho de tripas corazón, no tengo un corazón de oro, ni uno de piedra.
Nunca he amado con el corazón...Lo que sí noto es que mi corazón late, repare sangre por el cuerpo y hace mucho ruido, ¿Es suficiente?

El ruido del relámpago / fragmento (Ray Bradbury)


De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se podrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas entrarán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo.

lunes, 16 de febrero de 2009

Extraño idilio


En ese minuto te miré a través de un cristal rojizo. Tu rostro era algo difuso...y mientras me hablas me detengo en cada curva que forman tus labios.
El viejo libro sobre la mesa...se quedó a medias nuestra lectura, así solía ser siempre. Cada vez que decía algo recordábamos algún gracioso evento que había ocurrido hace poco. Me reclinaba sobre tu hombro y me dedicaba a observar las nubes, como si en ello se me fuese la vida; y en realidad, así era un poco.
Las copas aún están medio llenas. Fue el vino que casi recién abriste...hace un minuto celebrábamos algo y ya no sé qué era, de cualquier forma ya no hay ánimo para ello.
Te quedaste ahí, en el umbral de la puerta con una mirada acusadora...representando el papel que, se supone, era el mío.
Te miré sin que me importara...estabas ahí, y era igual que si no lo hubieses estado.
Solté una carcajada sin razón alguna. Diste la media vuelta y saliste sin hacer ruido

Tête-à-tête


Me pregunto en dónde quedó nuestra vieja camaradería de tiempos pasados; y mientras intento indagar en ello te veo ir y venir por la sala: con ese aire arrogante que a veces sueles tener, con aquella sonrisa triunfante al hablarme sobre alguna conquista pasajera.
Tus dedos hojean el libro que hace poco abandoné sobre la mesa. Recuerdo cuando en otros tiempos hacías más que eso; te sentabas y leías todas las torpezas que salían de mi pluma, de alguna manera, ya no extraño esos gestos. Tal vez solo hemos cambiado; tal vez nos hemos convertido en seres demasiado diferentes, y quizás hasta un poco incompatibles.
Tu timbre es el mismo, al igual que tu rostro, pero ya no logro reconocerme ni a mí mismo, menos aún a quien ha desaparecido frente a mis propios ojos.

Alea jacta est


Lo hemos deseado tantas veces que ya no sé si aún sea factible...
tú, irritada me miras desde tu lado de la sala
mientras yo me atormento,
te miro sin que me importes
y me siento con el viejo cuaderno sobre la mesa
redactando los malditos versos que
se me han quedado a medias una vez más.

Con enojo me preguntas sobre algo que escribí,
y más que una pregunta, lo tomas por certeza...
contengo mis ganas de intentar devolverte un estoque
y entre mi callada cólera solo encajo letras logrando
una explicación insípida...
una que ya no te concierne, pienso.

Sigues aquí...y sé que algún día deberemos hablar de todo esto,
y me odio al saber que siempre he sido mejor con las letras
que con las palabras...
me odio al saber que la ventaja está a tu favor...
me odio al pensar en aquella discusión casi previsible,
me odio por saber que terminará mal;
no por ti,
no por mí,
sino por saber que en realidad me he quedado con todas
las palabras a flor de labios.

Miro de reojo...
y finalmente mi vista se fija en el suelo,
como suelo hacerlo siempre.
Te escucho;
estás molesta,
alzas la voz,
me llamas por mi nombre de pila
y me inquieres por no sé qué,
¿porqué no estuve?
¿porqué dije aquello?
¿porqué no hice esto otro?
¿porqué...?
Y entonces te apresuras a decir mil cosas en solo minutos,
creyendo que yo también diría eso y lista para el:
“tú tampoco”...
Pero no.

Te miro y quisiera decirlo...
No, en realidad no sé porqué no estuve,
porqué lo dije o porqué no hice aquello,
pero sé que yo no puedo culparte de lo mismo,
simplemente porque no lo necesitaba,
porque dejaste de ser imprescindible hace mucho,
porque en realidad me cerré a todos
y ya no me importó.
Porque no lo necesité, simplemente.

Y la discusión se ha tornado un monólogo...
te veo hacer gestos con las manos,
alzar cada vez más la voz...
entonces sé que vienen las lágrimas.

Sigo oyéndote...
y no comprendo tu esfuerzo,
si sabemos que se acabó,
si sabemos que no hay segundas oportunidades,
si sabemos que está muerto,
si sabemos que la suerte ya está echada,
y que la hemos forjado nosotros mismos.