domingo, 4 de enero de 2009

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Se quedaron a solas en el olvidado pórtico. Ella con un pomposo vestido antiguo, él con el cabello peinado hacia el lado y con una corbata rojo tornasolado sobre el cuello de su impecable camisa blanca.
Sentose ella con la vista al suelo; él a su lado apoyó su oscura cabellera sobre su pálido hombro. Ya no vendrían, lo sabían.

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