
Tú con tu cristalina cristalizada mirada,
una media sonrisa en los labios melancólicos...
me miras ya sin prisa,
y cierras tu mano sobre el tallo de una débil flor,
solo por costumbre,
solo por necesidad...
recuerdo ese último día de tus palabras y versos
dolientes,
la última despedida...
y la vieja canción que se nos fue transformando en
costumbre...
como aquella eterna fuente,
como aquel vino que jamás se acababa...
y la copa que jamás se quedó vacía...
te miro y me pregunto,
¿será posible que alguna vez nos hubiésemos conocido?
después de todo, tú siempre fuiste otra,
y yo siempre fui aquel ser incierto,
inmerso en un mar de cavilaciones...
y tú con tus propios enigmas a medias,
y esas palabras poéticas que son tu propia esencia...
...y jamás te veía,
pero, ¿sabes?
yo era feliz contigo...
nos sentábamos bajo las tinieblas,
con frecuencia hablábamos sobre la muerte,
y nos quedábamos recordando escenas tristes y melancólicas;
lo mismo que nos habían oído otros,
lo mismo que jamás nadie había comprendido...
lo mismo que todos creían que solo eran historias...
pero ellos no lo sabían,
¿cierto?
y así pasábamos las horas que pasaban por pasar...
tú en tu cajita de cristal oscuro,
yo sobre la misma piedra que ha estado ahí desde el principio
de los siglos...
y así sobrevivíamos a una vida que nos era atemporal...
y así magullábamos nuestra propia existencia...
y con todo esto
armamos nuestro propio mundo...
mundo entre gris y negro,
de interminables calles vacías y sin sentido,
de puertas encorvadas,
de ventanas con quebrados vitrales,
de soledades que fueron compartidas.
y así vivimos un mundo que se quedó a medias,
y entre nuestras pesadillas,
hicimos nuestro refugio...
y todo eso acabó sin un final feliz...
como debía ser...
como no pudimos evitar que fuese...
una media sonrisa en los labios melancólicos...
me miras ya sin prisa,
y cierras tu mano sobre el tallo de una débil flor,
solo por costumbre,
solo por necesidad...
recuerdo ese último día de tus palabras y versos
dolientes,
la última despedida...
y la vieja canción que se nos fue transformando en
costumbre...
como aquella eterna fuente,
como aquel vino que jamás se acababa...
y la copa que jamás se quedó vacía...
te miro y me pregunto,
¿será posible que alguna vez nos hubiésemos conocido?
después de todo, tú siempre fuiste otra,
y yo siempre fui aquel ser incierto,
inmerso en un mar de cavilaciones...
y tú con tus propios enigmas a medias,
y esas palabras poéticas que son tu propia esencia...
...y jamás te veía,
pero, ¿sabes?
yo era feliz contigo...
nos sentábamos bajo las tinieblas,
con frecuencia hablábamos sobre la muerte,
y nos quedábamos recordando escenas tristes y melancólicas;
lo mismo que nos habían oído otros,
lo mismo que jamás nadie había comprendido...
lo mismo que todos creían que solo eran historias...
pero ellos no lo sabían,
¿cierto?
y así pasábamos las horas que pasaban por pasar...
tú en tu cajita de cristal oscuro,
yo sobre la misma piedra que ha estado ahí desde el principio
de los siglos...
y así sobrevivíamos a una vida que nos era atemporal...
y así magullábamos nuestra propia existencia...
y con todo esto
armamos nuestro propio mundo...
mundo entre gris y negro,
de interminables calles vacías y sin sentido,
de puertas encorvadas,
de ventanas con quebrados vitrales,
de soledades que fueron compartidas.
y así vivimos un mundo que se quedó a medias,
y entre nuestras pesadillas,
hicimos nuestro refugio...
y todo eso acabó sin un final feliz...
como debía ser...
como no pudimos evitar que fuese...
No hay comentarios:
Publicar un comentario