
“…Cuando al fin dejamos Italia, yo empezaba ya a practicar mis arriesgados jueguecitos con mortales. De vez en cuando veía a un hombre o a una mujer, a un ser humano que me parecía perfecto espiritualmente, y me dedicaba a seguirlo. Primero, prolongaba este seguimiento una semana, después durante un mes, a veces incluso más tiempo todavía. Me enamoraba de aquel ser. Imaginaba una amistad, una conversación, una intimidad que jamás podríamos tener. Luego, en algún momento mágico e irreal, le decía: «¿Pero tú ves lo que soy?», y el humano, en un acto supremo de comprensión espiritual, respondía: «Sí, lo veo, lo entiendo...».
Un desatino, verdaderamente. Muy parecido al encuentro de la princesa que entrega su amor desinteresado al príncipe encantado y éste recupera su forma original y deja de ser un monstruo. Sólo que en este lúgubre cuento de hadas yo penetraba hasta lo más profundo de mi amante mortal. Los dos nos hacíamos uno, y yo volvía a ser de carne y hueso…”
Lestat, el Vampiro (Anne Rice)
Un desatino, verdaderamente. Muy parecido al encuentro de la princesa que entrega su amor desinteresado al príncipe encantado y éste recupera su forma original y deja de ser un monstruo. Sólo que en este lúgubre cuento de hadas yo penetraba hasta lo más profundo de mi amante mortal. Los dos nos hacíamos uno, y yo volvía a ser de carne y hueso…”
Lestat, el Vampiro (Anne Rice)
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