Con delicadeza, dejé que me condujera hasta sus aposentos. Tomó mi mano, aún tibia y eludiendo cualquier mirada ajena, caminamos hasta su recámara, bajo la rojiza luz de la luna…
Entramos en aquella ostentosa alcoba. La marquesita cerró la puerta muy bien tras sus espaldas, y entonces me dedicó una intensa mirada.
Me acerqué a ella lentamente. La tomé por la cintura; ella no opuso resistencia, me echó los brazos al cuello, sus tersos labios color carmín hicieron contacto con los míos. El beso duró un minuto, o quizás un poco más. Comenzó a retroceder lentamente, cayó de espaldas sobre la cama, arrastrándome con ella. Me apoyé sobre mis brazos para no descargar mi peso sobre ella. Su cabeza se reclinó un poco hacia atrás, busqué su pálido cuello…aparté unos bucles, un roce con la punta de mis dedos mientras ella sonreía complacida, mis labios sobre su cuello…un beso pequeño, uno más largo…un pequeño sorbito al fin.
Sentí sus dedos bajo mi chaqueta. Sus manos sobre mi camisa…desabrochó luego mi chaqueta. Me dejé hacer, como si fuese un jovencito poco entendido. Desabotoné con cuidado su vestido, el cual de inmediato bajó hasta el pronunciado escote.
Me acarició el cabello, luego abrió mi blanca camisa…
Oí de pronto un suave gemido escapando de sus labios…miré su rostro; sus labios semiabiertos, con una sonrisa un poco disimulada, sus ojos cerrados, sus manos estiradas sobre su cabeza, sus delgados dedos que se negaban a soltar los míos…
Me incliné un poco… un suave beso en su cuello, abrió sus ojos lentamente, y se aferró con fuerza a mi pecho. La miré con algo de compasión. La oí gemir, más fuerte que antes…un suspiro…
Me levanté, me vestí. Miré mi reloj de bolsillo, ya era tarde.
- Cubrid su rostro; me deslumbra; ha muerto joven.
La cubrí con la sábana, y dejé una rosa roja a su lado. Ella siguió durmiendo.
domingo, 19 de abril de 2009
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