
La noche oscurecía su alma
de eterna Julieta relegada a sus platónicos
amoríos
de tiempos perdidos
soledades crecientes...
Algo de pronto conmocionó el tétrico silencio;
violo entonces a él:
el personaje más que siniestro,
cuya melancólica mirada se posó sobre
la pálida piel de ella;
con sus ojos almendrados,
y su serena mirada
de dama martirizada
por ajenos recuerdos
por esperanzas truncadas...
Romeo,
eterno Romeo,
envolvió a su Julieta en un cálido abrazo,
apartó los rojizos bucles desde su fino cuello;
sus labios se acercaron
deseosos,
luego de un segundo, lo que buscaban encontraron;
la diáfana vida por fin
a él
había regresado.
de eterna Julieta relegada a sus platónicos
amoríos
de tiempos perdidos
soledades crecientes...
Algo de pronto conmocionó el tétrico silencio;
violo entonces a él:
el personaje más que siniestro,
cuya melancólica mirada se posó sobre
la pálida piel de ella;
con sus ojos almendrados,
y su serena mirada
de dama martirizada
por ajenos recuerdos
por esperanzas truncadas...
Romeo,
eterno Romeo,
envolvió a su Julieta en un cálido abrazo,
apartó los rojizos bucles desde su fino cuello;
sus labios se acercaron
deseosos,
luego de un segundo, lo que buscaban encontraron;
la diáfana vida por fin
a él
había regresado.