domingo, 21 de junio de 2009

You'll love me till I die, or at least until I try.


Tan solo me enredé en aquella última palabra
arrastrado las sílabas,
como las hojas que el viento hacía danzar
en el viejo cementerio

era un nudo fácil de desarmar…
yo no te retenía,
y siempre me dejabas ir…
y siempre volvíamos

Nos conocimos en un tiempo sin tiempo,
en un mundo en que éramos vacuidad entre la vacuidad
seres en la nada,
disueltos en el todo del universo…

y cuando vi tus ojos,
supe que los conocía desde antes;
desde cuando tú no eras tú
y yo no era yo…estábamos ahí, pero tampoco estábamos

conocimos el lenguaje muerto
de los poetas siniestros
que con sus plumas negras
conocieron la historia antes de que empezara
y a sangre y miel
escribieron aquellos versos
en papel
y en la propia piel…

y a sangre y fuego
se nos quedó marcado un episodio
una tonada
y una sonrisa algo diáfana,
una lluvia discreta
y aquellos largos kilómetros de distancia

pero eras tú Juliette,
y yo siempre aquel Romeo…
y también estaban aquellas tormentas...

Solté tu mano al comprender que
no eres todo lo que quiero,
mas el que en mí quiere,
no es todo lo que soy

y entonces
también lo supiste…
y nos separamos de nuevo…
pero no tenemos la última palabra…

Nos veremos así en el eterno
bajo las estrellas muertas que sonríen,
y las negras rosas de mis trágicos ensueños
teñidas por el carmín de una misma sangre…

el eterno
siempre está condicionado
a decir
‘mientras dure…’

y mientras dure,
mientras sigamos respirando;
mientras dure,
mientras sepamos usar las palabras;
mientras dure,
mientras nos necesitemos;
mientras dure
el tiempo éste en que compartimos una senda;
mientras dure
mientras se nos haga eterno…




salud por eso…

The romance of your assassination


Atravesó confusa el oscuro jardín
sus pasos eran discretos;
silenciosos
temerosos...
Los cuervos se posaban sobre las retorcidas ramas
un centenar de ojos parecían observarla
un murmullo se apagó en sus labios...

la luna estaba alta a esas horas,
las bestias nocturnas acechaban a sus presas,
sus alas batían aquellos oscuros seres sobre los árboles...
sabía que la esperaban aún más tétricas sorpresas.

Pisó una rama seca
un gélido suspiro exhaló su pecho
tan solo una astilla de teca...

sus pasos se orientaron hacia el alto arco
frente a la fuente seca; donde las negras rosas
eran mecidas por la brisa, como las velas en un barco...
un pensamiento pobló entonces su mente
una solitaria lágrima rodó por su mejilla pálida
translúcido, un ilusorio torrente...

oyó de pronto una respiración cerca
diose entonces cuenta de que ya perdida estaba pero decidió
avanzar hacia las sombras, sabiéndola una decisión terca

se dejó abrazar por las sombras de la noche plutónica
con los ensueños rotos,
y enterradas ya las ilusiones platónicas...

Un cálido contacto sintió entonces sobre su hombro,
se volteó suavemente,
mas no llena de asombro
como su amante captor esperaba
perdido ante la mirada
de aquel rostro al que tanto amaba...

murmuró versos a su oído,
ella se estremeció al percibir aquella dulce voz
comenzando a renacer desde lo destruido
y olvidado entre los epitafios desgastados
desde que esa, su niñez había huido...

encontráronse sus ojos;
los de él muy distintos
los de ella ansiosos, y aquellos labios siempre rojos
dedicárosle un leve susurro...
sonrió él con algo de melancolía
sin saber cómo expresar
que estaba maravillado ante tan perfecta compañía;
mas ella lo sabía
y nada dijo, temiendo aquel triste sueño...
pero esta vez; él ya no se desvanecería

Charles Lutwidge Dodgson...


Dulce niña de cintas suaves sobre los largos cabellos;
sentada dulcemente al otro lado de la barca
con una sonrisa tierna en los labios rosados
con las mejillas sonrosadas
y las manitas muy juntas reposando sobre la falda...

y sonríes con aquella expresión pura
y oyes atentamente
cada palabra que brota desde mis cansados labios;
su mirada atenta
y sus pensamientos embriagados por las mil maravillas
desventuras
y aventuras que las sencillas palabras
plasman en su mente...

un aliento te pido,
no más que uno;
pero la caprichosa reinita me lo niega con gracia extraordinaria;
mientras sus cabellos ondean al viento
y mi mente comienza a hilvanar ya unas sencillas palabras...

una guirnalda de margaritas
teje la princesa;
palabras al viento,
entre el lago mis pensamientos navegan
y se ven naufragar en aquella inocente mirada
de una niña maravillada,
Alicia,
con aquel pequeño nombre, coronada.

El país de las dulces pesadillas...


Sus fijos ojos tristes se posaron sobre aquella rubia cabellera;
volteó la pequeña Alicia,
y observó amablemente a aquel engendro,
quien creía gastar sus horas en vano
y penar en que nada había cambiado...

y entonces,
él quiso alcanzarla,
tomar dulcemente su blanca y pequeña mano entre las suyas,
y con un sutil movimiento,
guiarla hacia sí...
deseó en ese momento
percibir el suave vaivén del vestido negro
la proximidad de aquellos labios rojos y tiernos...
el contacto de aquella pequeña y delicada silueta

y Alicia se acercó a él
sus blancos y frágiles dedos se posaron sobre aquel rostro
mirándole fijamente sus ojos
llamándole en un murmullo sus labios
deseándole sus pensamientos

él la miró confuso,
ella se detuvo a un paso...
se miraron un eterno segundo
una furtiva sonrisa que se hizo común
un deseo encubierto
inconfesable
compartido...
tentativo

todo estuvo comprendido sin una sola palabra,
sin un solo pestañeo de más...
sus labios se acercaron lentamente,
y aquel beso
tuvo sabor a la eternidad...
...sus labios rojos y cálidos se separaron dulcemente.

Salvación (Juan Carlos Castorena)


Desde aquel día en que llovió dolor sobre su corazón no volvió a sumergirse en los sentimientos. Por ello se encerraba en el cajón de sus pensamientos, y no los quería compartir con nadie más. Intenté acercarme a ella, pero no lo permitió...
Recuerdo bien aquella noche. Demasiada sangre en el baño. Por más que lo intenté, no logré limpiarla del todo. La muerte era lo mejor que le podía haber sucedido, era la única esperanza. Y yo la ayudé. Yo rebané su hermoso cuello, y dejé que toda la sangre envenenada abandonara su cuerpo. Sólo eso limpiaría su corazón, sólo eso la dejaría libre de la ponzoña del resentimiento. Yo la salvé.
Era doloroso tratar con ella. Despertó en mí los sentimientos que nunca había experimentado. Pero sólo los despertó. Jamás me despreció del todo. Nunca me aceptó, también eso es verdad. Incertidumbre. Incertidumbre. ¡Sólo incertidumbre y sentimientos desperdiciados! Mis intentos eran balas perdidas, y ella siempre evitó las trayectorias. No había más remedio. No quería estar aquí. No tenía caso que ocupara un lugar en el mundo. Además, yo tenía que sacarla de mí. Y sólo había una solución: sacarla del mundo, sacarla de mí, y limpiar su corazón.
No recuerdo que pasó antes. Nuestros rostros se reflejaban en el espejo del baño. Ella tenía miedo. Siempre pensó que yo estaba loco, y entonces me lo confesó; creía confirmarlo. Creyó que la violaría. Me excitó el constante roce con su cuerpo, no lo niego. Pero mi misión era más importante que mis deseos. Además, no corrompería mis sentimientos con un acto así. Procedí... Aspiró profundamente durante el recorrido del metal, que lentamente hacía brotar el líquido rojo. Lenta, pero abundantemente. Caliente y envenenado. Su corazón se purificaba poco a poco. Hasta que quedó libre. ¡Salvada!
Su cuerpo yerto, en el enorme charco escarlata. Libre, ya sin el resentimiento. Entonces comencé a comprenderla. Antes la entendía, pero no la comprendía. Toda su sangre era dolor, dolor que llovió sobre mi corazón. Yo había sido contagiado. No hay nada más terrible que guardar un inmenso sentimiento, y no tener posibilidad de entregarlo. Entonces el afecto al otro se transforma en rencor a sí mismo, al mundo, y a los demás. Y sólo hay una forma de salvarse.
Yo la salvé. Pero me condené. Y yo no tengo posibilidad de salvación. Y ella me lo recuerda a cada momento. Nunca me lo ha dicho. Pero yo lo sé, y me lo confirma. Acostumbra visitarme de vez en cuando, para agradecer que la haya salvado... Y nunca viene sola.

Mia eoniotita ke mia mera


Los cristales se deslizaron dulcemente
al contacto con aquellos pálidos y largos dedos,
como si comprendieran
como si le diesen la bienvenida a
aquel mítico personaje,
como si quisiesen ser los cómplices
de aquella maravillosa fantasía romántica.

Ella estaba tendida sobre el lecho,
con aquella magnífica cabellera rojiza
como el elixir que él tanto deseaba,
como el color de aquella vida nostálgica,
trágica,
violenta…
ilusoria,
transitoria,
seductora…destructora.

Se reclinó con suavidad sobre ella,
aspiró su cálido aliento un segundo…
sabiendo que la bella no dormía,
deseando con toda su alma que así fuese.
Con suavidad la tomó entre sus brazos,
como los antiguos amantes de la trágica Verona
miráronse sus ojos
y comprendieron que la noche siempre sería eterna.

La dama lo rodeó con sus brazos,
y él le besó la mejilla
susurrándole versos al oído.
Ante el balcón se vieron…
la luna en lo alto,
las nubes a su lado…
y luego de último respiro;
la Ciudad Luz los recibía abrazados en un hondo suspiro.


“…envió su alma en busca de la suya, y él acudía. Sus besos quemaban de nuevo su boca. Sus párpados estaban templados por su aliento…”
(“El retrato de Dorian Gray”, Óscar Wilde)



(*Mia eoniotita ke mia mera: La eternidad y un día)

El sueño del Rey (Lewis Carroll)


-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe. -Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

Coma Black


Desaparecía lentamente
como la suave brisa que recorría los abismos
de sus gloriosos
y trágicos olvidos
olvidados por mentes comunes
en lugares solitarios
en mundos incoloros
y sin embargo
siempre radiantes...
ella le miraba
absorta en sus cavilaciones
en los vanos ensueños;
y ella no estaba
sino era a medias
sino era en un sueño
sino era en el colectivo imaginario
de aquella mente brillante
de pensamientos torcidos...
de muertes estresantes.

La Extranjera (Nuria Amat)


Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin miedo.
Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de la noche. Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame.
Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame. La luz del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre los ojos para ver el naufragio de su alma. Él la abraza como si quisiera desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.