¿Me amas, dices?... ¿cómo puedes amarme si yo soy nada, si yo no existo?
Las lágrimas en tus ojos…pero no, no logro comprenderte; no me pidas que lo haga; por favor.
¿Dónde estuvimos todo este tiempo, cariño? Tú tomando corazones ajenos; yo, sentado en mi salón de gastadas cortinas, viendo pasar el tiempo…hasta que de pronto, éste vino por mí, y yo me le entregué con los brazos abiertos.
“Los caminos se separaron”…aquella fue una ilusión; las sendas jamás existieron. Tan solo te miraba de vez en cuando, oculto tras el manto oscuro, amparado por las crueles e ignorantes estrellas…y tú me regalabas una que otra ocasional sonrisa, entonces, me creía en el paraíso.
Pero somos muy sencillos, querida mía. Tan básicos, tan predecibles…tan inexistentes.
Siempre representaste para mí el papel de la dulce Ofelia, y siendo yo aquel trágico Hamlet, no me percataba de tu existencia hasta que ya demasiado tarde era… Y otras veces tan solo eras Julieta, y yo, pretendía ser aquel Romeo; y con versos y ensoñaciones melancólicos, me insinuaba a tu balcón; renegando la carga de ser un infeliz Montesco, pidiendo ser solamente lo que quisieres que fuese…
Jamás existimos, amada mía.
Jamás fuiste mi amante secreta…
Jamás nos amamos por ser lo que somos…
Jamás existió toda esta jodida historia.
(* Romeo, Julia a tma: Romeo, Julieta y las tinieblas)
domingo, 26 de julio de 2009
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