
Tú que, como una cuchillada
en mi corazón lastimero has entrado:
tú que, fuerte como un rebaño
de demonios, viniste, loca y dispuesta,
de mi espíritu humillado
hacer tu lecho y tu dominio:
infame a la que estoy ligado
como el condenado a su cadena,
como al juego el jugador terco,
como a la botella el borracho,
como los piojos a la carroña,
¡maldita, maldita seas!
He suplicado la puñalada rápida
para conquistar mi libertad,
y he suplicado al veneno pérfido
para socorrer mi cobardía.
¡Ay!, el veneno y el puñal
me han desdeñado y me han dicho:
- Tú no eres digno de que se te libre
de tu esclavitud maldita.
¡Imbécil!, si de su imperio
nuestros esfuerzos te librasen,
¡tus besos resucitarían
el cadáver de tu Vampiro!
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